miércoles, 31 de octubre de 2018

HALLOWEEN vs. DÍA DE FINADOS





  

En la última década nos ha sido importada desde Estados Unidos la fiesta de Halloween, una celebración que nada tiene que ver con Canarias pero a la que cada vez más se suman adeptos, tanto así que podemos ver chicos (y no tan chicos) disfrazados por cualquier barrio haciendo el “Truco o trato” por la noche del 31 de octubre o haciendo cola en las puertas de las discotecas preparados para la fiesta. Y es que la maquinaria consumista de la publicidad estadounidense avanza machacando cuantas tradiciones se encuentre en el camino tildándolas de “anticuadas” con lo cual todo aquel que se precie de “moderno” debe adoptarlas para mantener su estatus.



        Es triste ver que la cultura y tradiciones canarias terminan por desaparecer ante el consumismo desmesurado, parece que nuestros niños se crían en un pueblito internacional donde todo lo externo es tan guay como para olvidar la propia identidad, cabe destacar que no es culpa de los niños sino de nosotros, los adultos, que reforzamos precisamente esa falta de identidad.



        La verdadera tradición canaria es la celebración del Día de Finados, que antiguamente era el día 2 de noviembre (Día de todos los muertos) y que posteriormente pasó a celebrarse en víspera, es decir, la noche del 1 de noviembre (Día de todos los santos).



El primer mandamiento de la fiesta es el “Enramado”, la visita de los cementerios para engalanar las tumbas de los familiares con flores y velas, además de colgar de las cruces décimas en memoria de los que ya se han ido, muchas familias iban cargadas además con comida y mantel para terminar comiendo juntos y recordando al finado.



        El segundo mandamiento de la fiesta es salir a pedir los “santos” por lo cual las familias se preparaban pasando higos, higos picos y poniendo almendras dentro que regalaban a los chicos que, talega en mano, tocaban la puerta preguntando “¿Hay santos?”. Después de llenar sus talegas volvían a casa felices de sus hallazgos.




        El tercer mandamiento de la fiesta se producía al atardecer, las familias se reunían para celebrar “los Finados” donde las personas de mayor edad compartían recuerdos, casi siempre jocosos, de los difuntos. Y es que esta tradición asume que la muerte es parte de la vida y la mejor forma de recordar a quienes ya han partido es con la alegría de saber que han vivido y compartido con nosotros. Mientras se asaban las castañas se compartían tragos de anís, vasos de vino o de ponche, así como, otros manjares, entre ellos: buñuelos, pan de huevo, frangollo, queso de almendras, roscos de anís, chochos, piñas asadas, etc.





     Una parte ya olvidada de la tradición marcaba el paso de los “Ranchos de Ánimas”, grupos de guitarristas y timplistas que recogían dinero a cambio de los cantos y que más tarde entregaban al párroco del pueblo para enterrar a aquellos que carecieran de familia. Era también costumbre en algunos lugares de Canarias que el panadero del pueblo entregara ese día a sus clientes más asiduos el “Pan por Dios” y estos le respondían al recibirlo “que te lo acreciente Dios”. Así mismo, ha sido ya olvidada la salutación a los familiares del difunto en su velatorio con la fórmula de “Dios guarde el calafote frío, de la calavera mundana” y a lo cual se respondía “quien estas palabras viene a calabriar, allí está la silla, váyase a sentar”.



        Y quién no recuerda una tarde compartida con la familia, en casa de los abuelos recordando entre dulces a quien ya se han ido. ¿Tenemos nosotros el derecho de privar a nuestros hijos de una hermosa tradición como la del “Día de Finados”? Entonces, ¿Halloween o Finados?



 

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